martes, 26 de febrero de 2013

Gritos en un mundo sordo.

Muchas veces he querido gritar. Dar un grito de esos en los que te dejas la voz, un grito para desahogar tu alma, un grito para terminar de sacar lo que llevas dentro.
¿Cuántas veces he gritado en silencio en este mundo atento de uno mismo? ¿Cuántas veces he gritado solo por dolor? 
No un dolor físico, pero sí un dolor que te mata el corazón, que te come el cerebro y te desgarra el alma. 

Vivimos en un mundo sordo, en una sociedad sorda, una sociedad que gira la cara a los problemas, que gira la cara a toda la mierda que siempre se cae encima de la gente que menos se lo merece.

En el fondo el cerebro humano es estúpido, débil e impulsivo. Es una realidad, es algo que está pasando, algo que está sucediendo delante de nuestros ojos día a día.

Vivimos en un mundo mal repartido, un mundo en el que predominan la codicia y el egoísmo, un mundo con ideales vacíos y almas heridas por las botellas de cristal.

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